El despertador ha vuelto a sonar, me ha vuelto a despertar con ese sonido desagradable que tanto odio, perdiendo el hilo del más dulce de mis sueños. Suena como siempre. Acto seguido mi móvil ha empezado su fiesta particular para anunciarme las siete. Me imagino que podría haber escogido una canción mejor para un día como éste. Pero no, bastante manía le tengo ya a ésta. No quiero odiar ninguna otra canción del mundo.
He vuelto a maldecir el frío de la cocina y la puñetera manía de mi madre de dejar la ventana abierta toda la noche, aunque su abrazo ha templado un poco la temperatura del ambiente.
He vuelto a cruzar la puerta de clase. Me he encontrado con más sonrisas de las esperadas, más besos de los realmente merecidos. Las clases han durado los cincuenta y cinco minutos de siempre, pero se han hecho más llevaderas gracias a vosotros. Las tres intrusas de la fila de delante: Itziar, Leire, Iratxe. Mi compañera literaria: Malen. La visitante del recreo: Sara. El mono que me arranca una sonrisa cueste lo que cueste: Julen.
A los que no os he visto en clase, pero habéis estado ahí, gracias también. Asier, que me ha vuelto a sorprender gratamente otro año más. Ane, que seguro que ha dedicado un ratito de su clase de contabilidad a pensar en mí. Nerea, que recordará sus 18 con una mezcla de nostalgia y alegría. Ana, una artista en lo personal y en lo profesional. Y muchos más nombres que no me apetece mencionar aquí.
Ha sido un martes más, un martes más llevadero y más agradable. Me habéis hecho sentir importante.
Eta beste asko bete ditzazula!
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