Nadie se ha dignado a regalarme nada, pero os entiendo; sé que no suena muy atractivo eso de intercambiar flores y libros, así que he decidido no guardaros ningún rencor.
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Ha sido la típica semana en la que pasa un día y pasa otro y se te acumula el trabajo, pero sigues diciendo “bah, esto ya lo haré el fin de semana”. Llega el fin de semana… y se va. Y no has hecho nada. ¿Os ha pasado alguna vez? A mí muchas, y esta vez se me ha acumulado de todo: dos o tres redacciones, tropecientos ejercicios, un par de exámenes y lectura atrasada. Asqueroso.
Pues si al cóctel anteriormente mencionado se le añade música depresiva (lenta y de letra profunda) el grado de asquerosidad aumenta, y hasta qué punto.
Por lo menos ha sido un fin de semana rico en matices musicales y eso, hasta cierto punto, me llena. Rock variado y metal el viernes, Lekittoko banda el sábado.
Y ahora me siento como el típico personaje de dibujos animados al que dibujan una nube encima y lo empapa la lluvia, pero no todo es porque soy la típica estudiante que lo deja todo para el útimo momento y se cansa, se agobia y se ahoga. Hay algo más...
Conclusión: necesito música en directo, además de salud, dinero y amor.