02 diciembre, 2009

Las malas experiencias condicionan nuestras vidas. He aquí una mierda de ejemplo que se me ha ocurrido mientras me aburría infinitamente durante la clase de filosofía:
Un niño de unos siete años mete el dedo índice de la mano derecha en una pecera de pirañas y, como es lógico, una le muerde.
Ese niño crecerá y se convertirá en un adolescente, un adolescente que evitará las visitas escolares al aquarium y el posible viaje de estudios a algún país exótico por miedo a las pirañas, aunque como Salou no tiene nada de exótico (que es donde vamos todos con dieciséis años) no hay problemas.
Ya no es un adolescente, sino un hombre más o menos hecho y derecho de unos treinta años que tiene el placer de vivir con su pareja tan ricamente. Parece que su vida ha encontrado la estabilidad que tanto ansiamos. Pero no. Un día cualquiera, a Ana –la compañera sentimental de nuestro querido protagonista- se le antoja que quiere una pecera de pirañas para el salón de casa.
El desenlace se resume en: una gran discusión, la marcha de Ana y, lo que es peor, la pérdida del home cinema. Y vuelta a empezar de nuevo, en busca de la estabilidad perdida.

P. D.: la historia al principio iba de perros, pero me ha parecido más divertido lo de las pirañas.


Sí, has malgastado unos miserables minutos de tu vida leyendo esta basura fruto de mi aburrimiento y mi no-original imaginación. No, no tengo ni p*** idea sobre la filosofía de San Agustín. Necesito vacaciones urgentemente.

2 comentarios:

  1. Este puente me cuenta lo que ha querido decir con esta lectura... No lo consigo entender...

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  2. no creo que haya gastado mi tiempo en leer esto, simplemente me encantas!
    ane..

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